lunes, 13 de noviembre de 2017

RUTA TREINTA Y CUATRO



Soy muchacho provinciano
me levanto muy temprano
para ir con mis hermanos
ayayay a trabajar

Mercado, mercado, mercado, Leguía, mercadoo… -  Grita  el cobrador de la ruta treinta y cuatro con casi medio cuerpo  fuera de la ventana  del vehículo.

***
Seis de la mañana. El despertador suena, el sol comienza a  brillar. El día comienza.
¡Ya me voy mamá!-  Me despido moviendo mi mano de izquierda a derecha.
Cuídate -  Responde la señora Flor con voz suave  y soñolienta.

***
Algunos  hacen viajes largos, otros cortos; pero todos viajan ya sea en avión, en bus, en un micro o en una combi. Y yo siempre viajo de la esquina de mi casa hasta mi trabajo en una combi.

Es un viaje de treinta o cuarenta  minutos, dependiendo del tráfico o si la combi está vacía.

El viaje en la mañana es más tranquilo porque el alboroto en Cajamarca recién está comenzando.  Pero al regresar a mi casa todo es un caos.

***
Sube, sube  ¡Dalee! - Indica el cobrador de un metro y medio.
Llama, llama – Le exige el conductor  sin enfadarse.

La combi está casi llena y mientras va avanzando el conductor sube el volumen de la canción  “Soy Provinciano” de Chacalón.

-No tengo padre ni madre, ni perro que a mi ladre, solo tengo la esperanza ayayay de progresar- Comienza a cantar moviendo sus manos al ritmo de la música.

- Mercado, mercado, mercado, Leguía, mercado…- Llama el cobrador mientras más personas suben a la combi.

Los olores de todos comienzan a combinarse  y el clásico al fondo hay sitio comienza a llenar en su totalidad a la combi y aun así el cobrador sigue llamando.

Mercado, paradero a Otuzco, leguia, Santa Apoloniaaa -  grita sin tener ningún gallo.

La música sigue sonando y esta vez le sigue la canción “Ambulante soy” de los Shapis.

Ambulante soy, proletario soy.
Ambulante soy, muy humilde soy…

-¿Alguien baja maestro? ¿Nadie? – pregunta el cobrador comenzando a cantar igual que el conductor.

¡Ay, ay, ay, ay, ay!
Que triste es vivir
¡Ay, ay, ay, ay, ay!
Que triste es soñar...

Uno que otro pasajero acompaña la música moviendo sus pies al ritmo de la canción.

Dos señoras que aparentan cincuenta años están sentadas en el asiento preferencial conversando sobre  quién de sus hijos es mejor que el otro.

Un señor comienza a leer su periódico, otra señora le llama la atención a su hija por no copiar su tarea bien y la gran mayoría están  hipnotizados por sus celulares.
Todos viven su propio mundo.

***
¿Alguien baja paradero Otuzco? – Pregunta el cobrador
Nadie responde  y el cobrador sigue llamando.

Al llegar al mercado la combi comienza avanzar lentamente, ahí se comienzan a ver cara a cara todos los conductores y cobradores de todas las rutas de transporte público de Cajamarca. Algunos se insultan, otros preguntan si vieron a su competencia, otros se hacen bromas.

Todos son conscientes que en el jirón Leguía es para manejar lento y soportar el terrible sol de las doce y media del día, además de soportar el olor peculiar del mercado.

¡Lleve caserita, lleve! – dicen en coro las vendedoras del mercado

Miles de personas pasan  comiendo, hablando por celular, comprando frutas, carne y vegetales. Se escucha reggaetón, salsa, chicha. Todo es una mezcla.

La basura está cerca de las sandias peladas y a nadie le importa la cantidad de moscas que se acercan a la basura y a lo que venden.

Hay cinco perros que rompen las bolsas de basura y comienzan ayudar más al caos y contaminación.

Mientras la música chicha sigue sonando la combi treinta y cuatro va avanzando hasta llegar a Chanchamayo y Leguía.

Bajan – Digo sin poder salir de todas los cuerpos pegados como sardinas dentro de una lata que parece combi. Llegando al fin de mi viaje de retorno a casa.